Charles Lutwidge Dogson, más conocido por su seudónimo Lewis Carroll, fue un matemático y profesor de lógica, que al mismo tiempo, especializado en el arte del «nonsense» (sin sentido), escribió una serie de historias para niños que carecían de la moralidad usual de la época.
Aunque fue definido de
“enfermizo” por algunos autores, fue la muerte de su madre en 1851, lo que
produjo en él un gran desequilibrio, provocando que sus pensamientos regresaran
continuamente a la infancia, haciendo así que cada vez se interesara más por el
mundo de los niños, en cuya compañía se sentía realmente feliz.
El 4 de julio de 1862,
Carroll emprende un viaje con el reverendo Robinson Duckworth, y las hermanas
Alice, Edith y Lorina Liddell, hijas del deán Liddell, coautor de la gran obra A Greek-English Lexicon. Fue en mitad
de este viaje donde, tras refugiarse del sol en un trozo de sombra, las niñas
pidieron a Lewis que les contara una historia. Historia que más tarde, Alice
pediría que le pasara a papel, y eso hizo durante los próximos meses. Así
fue como nació Alicia en el País de las Maravillas, el manuscrito con el
título provisorio de Alice’s Adventures Under Ground, contaba con
ilustraciones del propio Lewis, y tenía sólo 18000 palabras. Más tarde, a
sugerencia de Henry Kingsley y George MacDonald, reescribió y alargó su
historia para su publicación. Y fue John Tenniel, bajo supervisión del propio
Carroll, quien realizó las famosas ilustraciones que ya consideramos parte
íntegra de la historia.
La historia trata de
una niña aburrida de que el libro de su hermana no tenga dibujos, y ante la
aparición de un Conejo Blanco corriendo con un reloj en la mano, decide
seguirle hacia un lugar donde no todo se rige por las estrictas reglas de la
vida cotidiana, en el que, nada y a la vez todo, tiene sentido. Una historia
escrita para los niños, sin ser infantil. Como bien expresó Walter de la Mare,
autor del poema The Listeners, “es uno de los raros libros del mundo que puede
ser leído con placer por viejos y jóvenes. Nos permite acceder a una región del
espíritu que, hasta él, no solamente era inexplorada, sino también
perfectamente desconocida”.
Una historia cargada de surrealismo, simbología,
juegos con el lenguaje y la lógica, mensajes sobre la niñez y el paso a la
madurez, la adaptación a distintas situaciones a
partir de crecer y disminuir de tamaño, y constantes críticas a la educación,
política y costumbres inglesas de la época.
Carroll creó con este
clásico, un universo único e inimaginable, que lleva acompañándonos más de 150
años, cargado de personajes tan surrealistas y entrañables como el gato de
Cheshire, la Liebre de Marzo, el Sombrerero o el Conejo Blanco.
Pocos libros han sido
más traducidos que Alicia en el Pais de las Maravillas, el cual cuenta hasta
con una traducción al esperanto. Desde la primera adaptación cinematográfica en
1903, el Conejo Blanco y Alicia han recorrido numerosas pantallas, siendo referentes
creativos para muchas obras. Sin duda las más conocidas son la versión de
dibujos animados que realizó Walt Disney en 1951 y la adaptación realizada por
Tim Burton en 2010. Pero si profundizamos un poco más, podemos encontrar a ese
pequeño animalito como hilo conductor de la imaginación.
En el capítulo “El
Conejo Blanco” de la serie Perdidos, igual que Alicia, Jack persigue a su padre
hasta llegar a una cueva donde encontrará el agua potable que garantizará la
supervivencia del grupo.
El mensaje “Follow the
White Rabbit” (“Sigue al conejo blanco”), es el origen de la relación entre Neo
y Morfeo en Matrix.
También es el Conejo
Blanco quien saca a Alicia del psiquiátrico en el videojuego American McGee’s
Alice.
Y cómo no, si hablamos
de imaginación surrealista, desafíos de lógica o disparates creativos, era de
esperar que el mundo de la bibliofilia contara con una edición del libro
ilustrada por el gran Salvador Dalí. Edición que publicó en 1969 Maecenas Press-Random
House, del cual solo publicaron 2500 ejemplares y cuenta con 12 ilustraciones
del pintor de Figueres.
Muy interesante, gracias por compartir
ResponderEliminar¡Gracias a ti!
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